Son tan frecuentes y excesivas las afirmaciones sobre la “necesidad” del diálogo que llegan a abrumarnos y hasta nos hacen perder el sentido de lo que ello realmente significa. Sin embargo, tal saturación de declaraciones formales está aún muy por debajo de la infinita cantidad de actitudes y prácticas que, en lo privado, en lo público y en los ámbitos nacionales e internacionales, obstruyen la posibilidad del diálogo. El diálogo necesita menos declamaciones y más acciones que lo pongan en práctica.
La comunicación, en sus más diferentes significados, constituye una característica fundamental de la vida contemporánea. Como dato constitutivo de la realidad es un componente ineludible para comprender la dinámica de la vida social. Como disciplina y como categoría tiene que ser considerada para entender el sentido de las prácticas históricas en las que estamos insertos. Del mismo modo, cuando nos desafiamos a pensar y analizar el campo de la salud, el componente comunicacional es ineludible. Toda consideración sobre la salud tiene que tener en cuenta la comunicación y ese sólo hecho da lugar a la constitución de lo que, en diferentes acepciones, denominamos comunicación para la salud.
Ante todo, quiero decirles gracias. Estoy muy contento de estar acá, compartiendo estas Jornadas con todos ustedes. Voy a tratar de darle continuidad a algunas de las ideas que ya se han venido conversando en estos días y que no son ajenas a las preocupaciones que yo mismo tengo. Son nada más que algunos puntos para pensar en común.
Si bien estamos en un encuentro de comunicadores y la comunicación es y debe ser nuestra preocupación central, el momento que atraviesa la región, y lo que aquí se ha caracterizado bajo la denominación de “nuevos escenarios” dan lugar a hacer consideraciones sobre aspectos políticos y sociales que atraviesan la realidad de nuestros países latinoamericanos y que configuran la acción de la comunicadores.
Cuando nos referimos a la relación entre comunicación y prácticas sociales preferimos utilizar el concepto de procesos comunicacionales, en lugar de hablar lisa y llanamente de la comunicación. La utilización de este concepto pretende guardar coherencia con una concepción de la comunicación que se apoya sobre todo en las relaciones y en las interacciones entre los sujetos que son actores de la misma.